lunes, 30 de mayo de 2011

La Maldición de la Malinche



Amparo Ochoa
Composição : Gabino Palomares
 
Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
Eran los hombres barbados
de la profecía esperada
Se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado.
Y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado.

Iban montados en bestias
como demonios del mal
Iban con fuego en las manos
y cubiertos de metal.
Sólo el valor de unos cuantos
les opuso resistencia
Y al mirar correr la sangre
se llenaron de verguenza.

Porque los dioses ni comen
ni gozan con lo robado
Y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Y en ese error entregamos
la grandeza del pasado
Y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos.

Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
Nuestra fe, nuestra cultura,
nuestro pan, nuestro dinero.
Y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
Y damos nuestras riquezas
por sus espejos con brillo.

Hoy, en pleno siglo veinte
nos siguen llegando rubios
Y les abrimos la casa
y les llamamos amigos.
Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
Lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra.

Tu, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
Pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.
Oh, maldición de Malinche,
enfermedad del presente
¿Cuándo dejarás mi tierra..?
¿cuándo harás libre a mi gente?


En un ensayo sobre la figura de la Malinche “La Malinche: la lengua en la mano”, la crítica mexicana contemporánea  Margo Glantz, entre otras cuestiones, discute el papel linguístico de la Malinche.

“Si sólo hubiese cumplido con la doble función antes mencionada (cocinar y ser amante), Marina hubiese caído en el anonimato. Al añadir a su género otra cualidad, la de la bilingualidad, es decir, conocer tanto el maya como el náhuatl, y también por ser de natural ‘entremetida y desenvuelta’, según palabras de Bernal Díaz de Castillo, acaba refinando su papel, para trascender la categoría de simple esclavo.
[...]
En ese mismo instante, la Malinche ha dejado de ser esclava, ha trocado su función de proveedora—moler y amasar maíz—y de camarada—ser la concubina de un conquistador—para convertirse en secretaria y faraute de Cortés. Lo ha logrado porque es, recuerda Bernal, de buen parecer, entrometida y desenvuelta.”

“La Malinche: la lengua en la mano”. En La Malinche: sus padres y sus hijos. México: UNAM, 1994, pp. 75-95.


Por su parte, y a propósito de la figura cuestionada de esta mujer americana, la escritora mexicana contemporánea Laura Esquivel, escribió la novela LA MALINCHE, leamos un breve fragmento:

“Los caballos eran una de las cosas que más le habían lla­mado la atención a Malinalli de entre todas las pertenencias de los extranjeros. Nunca había visto animales como aquéllos y de inmediato cayó presa de la seducción. Tanto que la segunda palabra que Malinalli aprendió a pronunciar, después de dios, fue caballo.
Le gustaban los caballos, eran como perros grandotes con la diferencia de que en ellos uno alcanzaba a verse totalmente reflejado en sus ojos. En cambio, en los ojos de los perros no encontraba esa nitidez. Mucho menos en los perros que los españoles habían traído con ellos; éstos no eran como los itz-cuintlis, los perros de los indígenas, sino perros agresivos, vio­lentos, de mirada cruel. Los ojos de los caballos eran bonda­dosos. Malinalli sentía que los ojos de los caballos eran un espejo donde se reflejaba todo aquello que uno sentía, en otras palabras, eran un espejo del alma.
El primer día que llegó al campamento fue el día en que tuvo su primer acercamiento con ellos. El resultado fue ine­narrable, no podía expresar en palabras la sensación que tuvo al poner su mano sobre la crin del caballo. Los itzcuintlis no tenían pelo ni el tamaño de un animal de esos. Aprendió a querer a los caballos desde antes de tocarlos. Los había obser­vado a lo lejos, durante la batalla de Cintla, y había quedado prendada de ellos. Ese día se les había ordenado a mujeres y niños abandonar el poblado antes de la batalla y permanecer a prudente distancia, pero la curiosidad de Malinalli era más po­derosa que la obediencia. Algunas gentes que habían visto a los españoles montando a sus caballos le habían dicho que los ex­tranjeros eran mitad animales; otros, que los animales eran mitad hombres y mitad dioses; y otros, que eran un solo ser. Malinalli se decidió a salir de dudas por sí misma y se colocó en un lugar que le permitiera observar la batalla sin arriesgar la vida. En determinado momento uno de los españoles rodó por el piso y ella pudo presenciar cómo el caballo evitaba a toda costa pisarlo, a pesar de ir en plena huida. Ese mismo caballo se vio forzado a moverse de su sitio pues la estampida de los otros caballos así lo obligaron, y, con ello, inevitablemente su amo quedó entre sus patas. No tuvo más remedio que pisar a su amo pero el caballo lo hizo delicadamente, sin dejar caer todo su peso en las patas para no dañar al jinete. A partir de ese instante, Malinalli sintió admiración por los caballos, sabía que esos animales no lastimaban, su lealtad era a toda prueba, podía confiar en ellos, lo cual no podía decirse de todas las personas.”
OBTENIDO EN http://www.4shared.com/get/2vZOfPor/Esquivel_Laura_-_Malinche.html

ACTIVIDAD

Respondan:

-  En un mundo marcado por el anonimato de los vencidos y en una época en la que la mujer nunca era protagonista de la historia, ¿qué cualidades de Malinche le permitieron su trascendencia?
- En la canción de Amparo Ochoa aparece un enunciador (un “yo”) que entra en diálogo con un enunciatario (un “tú”): ¿quiénes son estos interlocutores? Según el “yo lírico”, ¿qué error cometieron los nativos americanos? ¿En qué consiste la maldición?
- Laura Esquivel toma como protagonista de su novela a un personaje histórico, real, ¿por qué razón esta obra debe ser considerada dentro del discurso literario?

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